domingo, agosto 08, 2004

Lecturas

Leer es una de las cosas que más me gustan en este mundo, pero dado que mi rutina acostumbra a estar llena de cosas por hacer, que soy una vaga de narices cuando me lo propongo, y que en el tren, últimamente, me da por dormirme, llevaba prácticamente un año sin abrir un libro, por lo menos para leerlo entero. La lectura es como el sexo (hm... con lo comparativa-sexual que estoy últimamente, evitaré cualquier test sobre el tema, seguro que me saldrían cosas irreproducibles); al principio de la abstinencia la echas mucho de menos, después te acostumbras y casi ni recuerdas cómo era, pero cuando la vuelves a pillar piensas que oh, ah, y que cómo has podido pasar tanto tiempo sin.

Así pues, optimista, he sacado el polvo a mi montón de libros pendientes, ordenándolo por apetencia, y he vuelto a entrar en las librerías sin remordimientos (buscando libros a los que me temo que, en el ciclo ése de la vida, les tocará componer el montón de libros pendientes para el próximo verano).

Curiosamente, el primer libro que he leído ha sido el último en entrar en casa, y es que tenía unas ganas... Matar un ruiseñor, de Harper Lee, fue uno de los que me impactaron en los lejanos tiempos de mi adolescencia; pero lo había perdido y no lo encontraba por ningún lado porque, además, no se reeditaba desde hacía siglos. Pero David lo encontró y me hizo uno de los mejores regalos. Gracias a él he vuelto a tener 8 años, a pasear por esa pequeña ciudad del sur de los EUA, a enamorarme de Atticus, a temer y desear a Boo Radley, a sentir rabia por la hipocresía que mueve el mundo... ah, qué bien me lo he pasado.

Cambiando de tercio, por una curiosa casualidad, cayó en mis manos una pequeña joya, Números pares, impares e idiotas, escrito por Juan José Millás e ilustrado por Forges. Es un conjunto de cuentos cortos con los números como protagonistas, y no tiene desperdicio. Claro que siendo de Millás, qué voy a decir.

”Siempre que el 8 pequeño iba a comprar el pan, su madre le decía que fuera por la calle de la izquierda, porque en la de la derecha vivía un matemático.
- ¿Qué es un matemático? –preguntaba el 8 pequeño.
- Un hombre que hace cosas feas con los números –respondía su madre.”


Este cachito va al Omnia, fijo, si alguien quiere más, siempre le queda el recurso de comprarse el libro o de pedírmelo prestado. Y ahora me voy, que el siguiente de la lista, Antonio Tabucchi, me reclama.