martes, abril 27, 2004

Tres deseos

Yo creo en algunas cosas que, vale, no se habrán demostrado empíricamente, pero es que si las analizas caen por su propio peso.

Una de esas cosas son las hadas; no tengo ninguna duda de que existen. Por un lado, las monjas me inculcaron que tengo que ser buena, paciente y tenaz; que no importa lo que ocurra, si me mantengo firme y voy poniendo mejillas, al final seré recompensada. Por otro lado, mi experiencia como gran consumidora de Andersen y hermanos Grimm me enseñó que la recompensa siempre es o un príncipe rico, soltero y guapo, o una hada. Y debido a que los príncipes ésos, con sus melenitas y sus mallas, me dan más mala espina que otra cosa, ya hace tiempo que me pedí el hada.

No sé si va a ser alada y etérea, una manzanita sonrosada, o si tomará la forma de dulce y desvalida anciana (que les gusta mucho), pero lo que sí sé seguro es que tarde o temprano se me aparecerá la que me toca a mí. Vamos, que para eso (carraspeo) me estoy portando tan bien y soy tan sumamente buena, que si no, ya me dirás de qué.

Y como fijo que me quiere premiar con los tres deseos, ya los tengo preparados, no sea que me pille desprevenida y pierda esa única oportunidad.

El primero, como buena (y modesta) materialista terrenal, va a ser el típico billete inagotable de 50 euros; que siempre que meta la mano en el bolsillo haya uno listo.

El segundo no lo tengo muy claro, varía según el día y sus circunstancias. Dudo entre la invisibilidad, la facultad de imitar voces, la super velocidad, la transportación... en fin, cualquiera de esas cualidades tan prácticas.

El tercero sí lo tengo claro; puesto que las cosas, por mucho que me resista, se empeñan en ir siempre por donde quieren, me voy a pedir el botón on/off. Para el cerebro.

Si a alguno de por ahí -que os conozco- se le ocurre pensar "le voy a explicar a Cristina como es eso de las hadas", aviso de que correrá la sangre. ¿O acaso habéis no visto vosotros a alguna?