jueves, mayo 19, 2005

¡Oro!

Hoy, en la tele de la estación del tren han enseñado un plato que cocinan en China y decían que vale unos 200 euros. Parece caro, pero es que resulta que uno de sus ingredientes es oro.

Una piensa que ya lo ha visto todo y sin embargo va de sorpresa en sorpresa, que mira que hay gente pallá, eh? Primero, el que se le ocurrió tan exquisito manjar, que andaría bien aburrido, y segundo, el... hum ¿snob? ¿gilipuertas? que paga eso para comérselo. Me he dejado el cofre de las joyas en casa y no puedo comprobarlo, pero juraría que el oro, sabor, lo que se dice sabor, como que no debe de tener mucho. Vamos, que donde estén unos huevos fritos con patatas o una loncha de jamón...

Anduve una buena temporada echando moneditas en cualquier fuente o pozo que se me pusiera por delante, pidiendo deseos (sí, nunca se me cumplieron, pero ¿y si “aquél” era el bueno?); sólo dejé de hacerlo cuando me enteré de que por las noches iban unos listillos a recogerlas antes de que llegaran las hadas. Que yo soy buena de cielo y querubines, vale, pero tonta no, y el dispendio era una inversión para *mi* futuro, no para el de esos pescadores urbanos. El caso es que, a raíz de eso, estaba yo pensando en el plato chino y... ¿todo ese desperdicio de metal precioso? Visto lo visto, apostaría algo a que es difícil encontrar cedazos en las ferreterías de China y a que para visitar su red de cloacas hay que pedir hora, por lo del overbooking.

Si es que hay gente pa tó.

jueves, mayo 05, 2005

LUCAS Y YO

Lucas es un conejo enano que le trajeron los reyes a Cora. Mi primera reacción (¡bfff gññ! ¡te he dicho que no quiero animales en casa, que bastante liadas estamos!) se fue a hacer puñetas en cuanto vi esa bolita blanca que temblaba asustada en un rincón, con su flequillo punki tieso entre las orejas.

Ahora ya no sé qué haría sin él. Lucas forma parte de mi vida, me espera cada noche cuando llego a casa y, aunque no le apetezca demasiado, deja que lo coja un ratito en brazos; sabe que acariciándolo y murmurándole palabras sin sentido, conjuro todo lo malo del día. Luego se remueve inquieto o me da un mordisquito en el brazo para que lo suelte y corre comedor arriba y comedor abajo, saltando feliz.

Le gusta salir al balcón. Allí escarba en los tiestos, se come todo lo que está germinando y se pasa horas sentado dentro de una maceta grande sin plantas. Me parece que le gusta tanto porque debe de sentirse como el rey del mundo, sentado en su alto trono, con el viento en la cara y oliendo la tierra fresca.

Lucas es tremendo, y cuando cree que no estoy mirando se pone a morder los libros de la última estantería y los lp’s que guardo con tanto cariño. O sale a la busca y captura del cable suelto. Le llamo y gira la cabeza disimulando (sólo estaba mirando) pero en cuanto me despisto vuelve a su trajín. Los he tapado de diferentes maneras, pero siempre ha encontrado la forma de apartar las barreras que le alejan de tan apetitosos manjares. Ahora parece que he encontrado el modo definitivo, aunque él todavía no ha desistido y anda rondando las zonas peligrosas, a ver si hay suerte.

Juntos hemos inventado juegos que me reclama, sólo cuando le apetece, dando vueltas sin parar alrededor de mis pies. Y me agacho, juego con él a peleas y salta alborozado, como si tuviera muelles en las patas.

Lucas y yo. Cuando pienso en él sonrío como una idiota y me viene a la cabeza eso que aprendí de pequeña…
    Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.

    Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
lucas Posted by Hello