martes, marzo 23, 2004

Tenemos un problema

Veo una encuesta en los blogs de Gorpik y de Rapun que te dice qué libro eres. A Rapun le ha salido Jurassic Park; aventuras, peligros, emoción... A Gorpik, Prufrock, de TS Eliot; qué cultura, qué poesía, qué nivel. Y, claro, me he preguntado impaciente que qué seré yo. He ido respondiendo tan feliz, pensando en autores profundos, torturados, algún Nobel... a ver a ver... "you are Lolita". Coño. Y añade "considered by most to be depraved and immoral, you are obsessed with sex".

Para quitarme la depresión, hago la encuesta de qué país eres, que a Gorpik le ha salido España y digo yo que será una encuesta simpática e inocentona. Contesto que me gustan los climas cálidos, la comida picante y otras cosas que me hacen pensar que, ya verás, me va a decir que soy México o cualquier otro país así, divertido y de colores, vaya. Pues eso, que vaya, "you are Thailand", y añade no sé qué de "questions about your sexual promiscuity".

¿Obsessed? ¿Promiscuiqué? ¿yo? Me he dado la vuelta, a ver si había alguien pero, no, era a mí. Yo creía que llevaba bien esto de estar en el dique seco y ahora resultará que mi subconsciente, mi inconsciente o el que sea de esos puñeteros "entes" que viven en mi cabeza que lleve el tema, está todo el día dale que te pego... ¡Diosmío! ¡Y acabo de darme cuenta de que ya estamos en primavera!

Pero, bueno, no hay mal que por bien no venga... si combino la estación y mi idiosincrasia recién descubierta con mis circunstancias, me da que en los próximos días voy a gastar bien poco en gas.

Mario

Cerró el libro, ni siquiera sabía qué estaba leyendo. Lo dejó sobre la mesa y miró el comedor. Las cosas se repartían el espacio con el polvo, por los muebles. Pero a él (ya) no le importaba.

Sobres sin abrir, guardando sus secretos, se amontonaban mezclados con catálogos del super, de recambios del automóvil. Un calcetín asomaba lánguido por debajo del montón de ropa por planchar, como si goteara. Libros cogidos sólo un momento se aburrían inútiles al lado de la jarra vacía o de la caja, también vacía (todavía por aquí), del nuevo teléfono, el que había comprado la tarde antes.

Se echó en el sofá y apretó la cara contra el almohadón. Dormir, dejarse y no ser nadie. Pero el silencio no existe; crujidos, zumbidos, y su cabeza pensando en mayúsculas.

miércoles, marzo 17, 2004

Comunicación, bailarinas y ¿zurda?

Comunicación

Dicen que el problema de la humanidad es la falta de comunicación, y no me sorprende; yo misma, cada vez tengo menos ganas de comunicarme. Bueno, eso es mentira, que me gusta mucho largar, lo que en realidad tengo son ganas de comunicarme con menos gente.

Durante los últimos días creo que he oído (y leído) más tonterías (barbaridades) que en el resto de mi vida. Y a ver, que me importa un rábano, que cada uno es libre de pensar lo que quiera, de comulgar con lo que quiera, que a lo mejor la equivocada soy yo y voy a estar ardiendo en el infierno para los restos, pero lo que no soporto es el tono intransigente y poseedor de la verdad absoluta que rezuman (¿o era rebuznan?) muchas de esas opiniones-sentencia. No sabía que estaba rodeada de tanto (y tan) experto en tanto tema trascendente.

Joder, si es que he llegado a sentirme culpable por ser catalana.

Bailarinas

Hablemos de bailarinas.

¿Zurda?

Siguiendo en el bache ése de salud que parece haber poseído mi casa, en el que –tranquilos– no voy a extenderme, y hablando de mi tendinitis, el médico me ha aconsejado que (para evitar o retrasar el síndrome del túnel carpiano ése) utilice el ratón con la mano izquierda.

Confieso que aún me equivoco alguna vez de mano e intento desplazarme por la pantalla agarrada a la calculadora, al móvil o a la grapadora, o monto un lío de menuses al darle (e insistir) a los botones al revés (son muchos años conviviendo con mi instinto diestro y le he cogido cierto cariño). Pero han pasado unos días y he hecho grandes progresos, ya soy capaz de encontrar y abrir una carpeta en menos de 10 minutos, incluso (creo que) he dejado de sacar la lengua durante el proceso.

Lo que me está costando más (hmm... ¿raven? ¿quéseso? tralarí...) es la cosa espacial ésta de estar manipulando el cursor con la izquierda y ver la que flecha va de derecha a izquierda. Estúpida flecha ¿acaso no ve que estoy apuntando desde el otro lado? Qué nervios.

Eso sí, para jugar voy a seguir usando la derecha, no vayamos a liarla más...

miércoles, marzo 10, 2004

Imprescindible

He estado enferma unos cuantos días, con una bronquitis vírica bien apañá. De la enfermedad en sí, poca cosa que decir, era muy sosa. De hecho, una vez curioseé su orden del día y era algo así como “levantarse de la cama, toser, arrastrarse hasta el sofá, toser, ahogarse, agua, toser, arrastrarse hasta la cama, termómetro, antipirético, toser, ahogarse, dormir, toser, despertar, jarabe, volver al sofá, toser”.

Cuando me puse enferma faltaba una semana para que empezara una feria que organiza la entidad en la que trabajo. Puesto que la situación era ligeramente desesperada, fui a trabajar a pesar de la fiebrecilla y de que mis pulmones parecían querer independizarse a base de espasmos. Dicho así, igual queda de superwoman, pero en realidad soy una quejica llorona que no te la acabas y cuando me lamenté a unos amigos, uno de mis ídolos (el de las minúsculas) me dijo aquello de “jolín, pues quédate en casa”.

Y ahí vamos, no es que me crea imprescindible, es que... en fin. Cuando vi que la cosa estaba lo bastante encarrilada, que la mayor parte de lo que quedaba se podía arreglar vía correo electrónico e Internet y que la fiebre subía, agarré unos cuantos papeles y me fui para casa. Al día siguiente tuve (sólo durante la mañana, y si no me desconté) 17 llamadas del trabajo.

La mayoría, claro, de mi jefa (sí, como mi amiga Cristina, tengo una jefa). En la llamada número 11 me dijo “oye, ¿dónde tienes el teléfono? no te estaré haciendo levantar de la cama cada vez...”. Ante tamaña muestra de sensibilidad, me di unos cuantos golpes en el pecho (cof cof), avergonzada de haber contestado la llamada con el tono ése impaciente (que se me da tan bien) de “¿quéééé?” y murmuré, emocionada y con una lagrimilla asomando, “no, no, tengo el inalámbrico”, aunque el romántico momento se desvaneció rápidamente: “ah, es que como tardas tanto en cogerlo”.

Claro que podéis pensar que las llamadas eran para cosas que sólo yo, guardiana de los más altos secretos de estado, podía resolver. Y en realidad así era. Por ejemplo, entenderéis que a “ha llamado un editor diciendo que su autor va a ir a firmar a las 12 en lugar de a las 11, ¿qué hacemos?”, sólo yo pude pensar en una respuesta tan astuta como “hmm... modificar la lista de autores!” (y es que hay que reconocer que valgo...).

Pero todo este rollo sólo ha sido para limpiar mi conciencia; no es que me crea imprescindible, es que a veces es más fácil y rápido –y menos neurótico- tomarse unos gelocatiles, ir al trabajo, hacer lo que sea y volver a casa. Bueno, para limpiar eso y para hacerme la víctima, claro. Pero es que el blog es mío. Además, ¿qué queréis? aún estoy convaleciente, necesito mimitos...